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Familias y cambio climático

Esta semana fue presentado ante los medios de comunicación el Congreso Mundial de las Familias que se realizará este año en la Ciudad de México a final de este mes. Es un evento magno de talla internacional en el que están convocados grandes especialistas que reflexionarán las diferentes perspectivas de la realidad familiar en el mundo.

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Del memorial en la tragedia

Dice un proverbio tibetano que las tragedias son un percutor de la fortaleza del alma. Desde la perspectiva de los monjes budistas no hay adversidad de la que no se pueda aprender o asimilar algo positivo. Y así dicho parece simple; sin embargo, para el que siente dolor y no para el que filosofa al respecto, la tragedia suele ser una insoportable carga en el corazón que exige expresiones de luto y lamento, que requiere abrazos de compasión y consuelo. Y cuya existencia es más importante de lo que creemos.

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Desmanes públicos: vacíos evidentes

Manifestación feminista
Disturbios neofeministas

Desde hace algunas manifestaciones en las calles de la Ciudad de México, los destrozos y los desmanes realizados por personas encapuchadas o milicianos de insignias ideológicas han arrebatado -por vía de la violencia- el protagonismo de las causas originalmente convocadas.

La convicción de las autoridades capitalinas por no reprimir la libre manifestación de las ideas ha abierto por desgracia la puerta a que sospechosos grupos de choque intimiden a la ciudadanía y ejecuten una incendiaria (literal y figurativamente) táctica de furia y violencia. Resulta además gravísimo que las demandas -más o menos legítimas o coherentes- de colectivos sociales sean pisoteadas y ultrajadas ante la irracionalidad de la destrucción de dichos grupos.

La inquietud persistente entre la ciudadanía es saber si estos grupos de choque son espontáneos o patrocinados; aunque en el fondo, ambas posibilidades son gravísimas. Si es que hay intereses económicos que financian la destrucción, es claro que los destinatarios son las autoridades que son desafiadas y provocadas con oscuros propósitos; pero si acaso la irracional destrucción es producto de un desconocido fenómeno social, estaríamos frente a síntomas de una cultura ética o una convivencia social completamente decadente.

En cualquiera de los casos, la crisis está en las instituciones de representación del poder político; pero también en las instituciones de formación ética y moral. Traigo a cuenta esto porque el colectivo denominado ‘Marea Verde’, un movimiento cuya única aparente demanda es el ‘aborto legal’, convocó a una acción global fijando el punto de reunión en el histórico y persistentemente desacralizado y vandalizado atrio de la iglesia de San Francisco El Grande, en el Centro Histórico de la ciudad.

Hay que recordar que la desamortización de bienes eclesiásticos, la lotificación de los terrenos y conventos religiosos, el conflicto revolucionario y la persecución religiosa prácticamente despellejaron la identidad religiosa de este histórico rincón de la vida nacional. En la única portada sobreviviente del que fuera el primero y más extenso complejo conventual en México lucen desvergonzadas las agresiones contra la fe y el arte religioso: medallones de santos pulverizados, monogramas rasurados y capillas secularizadas.

Ante todo, superemos y asumamos el pasado; sin embargo, existe la razonable preocupación de que grupos vandálicos nuevamente aprovechen las movilizaciones para martirizar aún más estos recintos históricos y culturales. No es una inquietud alarmista, los actos de ‘Marea Verde’ suelen también apiñar demandas del neofeminismo supremacista, anticapitalismo y ecologismo radicales. Si a estos colectivos se infiltran nuevamente los grupos de choque y las autoridades continúan con políticas muy limitadas de disuación, como ocurrió el 17 de agosto pasado, será inevitable la violencia y la destrucción.

Pero hay un problema añadido: Si las autoridades legítima y legalmente electas para preservar la paz social no asumen sus responsabilidades, dan oportunidad a otros colectivos ciudadanos a buscar el orden público incluso por encima de la ley. El miedo a los destrozos cotidianos de las movilizaciones ha orillado a pseudoliderazgos carismáticos a convocar hacia cruzadas de defensa o forzosa pacificación.

Es el caso de la movilización en San Francisco El Grande; algunos personajes identificados como católicos, llamaron a los creyentes a una “Defensa de los Templos” y a “Defender tu parroquia”. No han pedido a las autoridades a que resguarden el templo de San Francisco, prefirieron convocar a una cruzada de tintes exaltados y, por supuesto, emulando el discurso martirial de los cristianos perseguidos hace 100 años en México.

Defensa católica
Católicos, reacción de autodefensa

Ni la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, ni el arzobispo capitalino, Carlos Aguiar, han expresado con claridad cómo querrían coadyuvar a atemperar los incordios y a prevenir las desgracias. Sólo la carta de un vicariato de la Arquidiócesis de México se deslinda de la cruzada defensiva y asegura que “no existe proyecto para convocar a campaña alguna” que altere la convivencia pacífica.

En resumen, las recientes manifestaciones sociales en la ciudad han dejado una estela de destrucción tal que, para desgracia de los legítimos reclamos, polarizan al absurdo a la sociedad entera. La ausencia de intervención de autoridades formales y morales ya ha propiciado la alteración de la convivencia pacífica y, aunque es positivo no abonar a la confrontación, hay un mensaje que nadie institucionalmente se ha atrevido a expresar: los bienes históricos y culturales son de la Nación y las autoridades están obligadas a preservarlas y protegerlas aún bajo la custodia de asociaciones religiosas u otras instituciones.

En efecto, los daños materiales son incomparables frente a la integridad de la vida humana; ésta es infinitamente superior en dignidad que cualquier monumento o palacio. Y si tras los disturbios del 26 de septiembre se limpió y restauró la fachada del Palacio Nacional; hay daños en las personas y en su cultura que no podrán ser restaurados. Hay heridas que forjarán larga y dolorosamente el carácter de las próximas generaciones de mexicanos.

Es una pena que ciertos grupos piensen que los espacios públicos son de su propiedad exclusiva y hagan lo que se les antoje en ellos mientras los verdaderos responsables están ausentes de estas tensiones. Sus silencios o sus omisiones serán juzgados más pronto de lo que imaginan.

@monroyfelipe

Indignación; entre el fuego y la furia

Cine: ROMA, esperpento cuaronesco

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Alfonso Cuarón (México, 1961) es un cineasta fascinante y difícil. Prácticamente no hay filme dirigido por él que no ofrezca capas narrativas subyacentes, pliegues de historias abiertas al juego de la interpretación: una comedia romántica que explora los matices del engaño, una road movie adolescente que habla de una crítica política, un thriller distópico que es una oda a la vida humana, la tropical reversión sonora y visual de un clásico literario europeo o una aventura espacial que explica la inevitabilidad del diálogo en el duelo y la “gravedad de la pesadumbre”.

Con Roma (2018), Cuarón no hace una excepción: Es un esperpento cinematográfico (esperpento a lo Valle Inclán) que parece hablar del drama de dos mujeres sometidas a los pesos de una sociedad convulsa pero que celebra la memoria casi documental de una ciudad que ofrece los últimos estertores de su existencia.

Roma es una epopeya de heroísmo silente; un drama con diálogos inconexos; es un homenaje íntimo. Un esperpento que celebra las deformidades de una historia alojada en la memoria. Pero como apuntaba Azorín: “La deformación deja de serlo cuando está sujeta a la matemática perfecta”; y Cuarón nos ofrece esa matemática perfecta, una técnica pulimentada y una estética audiovisual que conforman belleza en rincones mutilados del trabajo, el servicio, el amor, la ternura, el abandono, la inasible expectativa.

Al estilo esperpéntico, Roma es el reflejo dramatizado de la Ciudad de México y sus periferias en la década de los setenta; pero distorsionado en la justa proporción para despertar una falsa memoria disfrazada de nostalgia, una intimidad distanciante y una narrativa que -más que expresarse- se intuye.

Pero si los esperpentos valleinclanescos son reflejos distorsionados en espejos torcidos, Roma es un reflejo sobre cuerpos de líquido turbio: el agua jabonosa, el granizo, el pulque, las charcas (todas las charcas), la sangre y, por supuesto, el revuelto mar.

En contraposición, la ausencia del agua es la literalidad de la fábula: el patio sisífico, el áspero humo del cine, el páramo agreste, la habitación impersonal, la ciudad indiferente, las piedras y balas, el hospital mecanicista. La realidad, la premonitoria tragedia, es un incendio que el agua no logra vencer, concluye hasta que consume todo lo que toca; es el cántaro roto capaz de rearmarse, pero impedido de recuperar su contenido.

En esto, Roma es ‘La tierra baldía’ de Cuarón (de hecho, lo sugiere con las palabras finales de los créditos que son las mismas del inmortal poema de T.S. Eliot), una construcción poética en varias lenguas, un ensayo narrativo con guiños a otros cineastas (se deja entrever ‘Reconstruction’ de Christoffer Boe) o a sus obras previas, un desahogo profesional sobre la historia personal y crisis existencial que forjaron sus valores, sus orígenes y anhelos en su infancia: “Cuando yo era grande, tú estabas ahí, pero eras otra”.

Roma es una obra para reflejarse, es un juego a la memoria con sonidos preclaros de la identidad capitalina. El filme de Cuarón es un impecable documento visual que recrea márgenes del pasado. pero también un testimonio sonoro inagotable. Es la reconstrucción de una compartida complejidad cultural mexicana de la que, incluso ahora e inconscientemente, somos deudores.

Y, sin embargo, Roma es un filme simbólico, lleno de conceptos y contextos para descubrir: una calavera que baila mientras otros se hacen los muertos, un rescate social que es una trampa esclavizante, una presencia que duele más que la ausencia, un auto que no va a ninguna parte, una fortaleza que se derrumba, una ensoñación que descubre una realidad. Es, en síntesis, la realidad de una metáfora.

Roma es una audacia cinematográfica en toda la extensión de la palabra; sin intentar complacer, inquieta profundamente, por ello lleva acumulados 77 premios de las 89 nominaciones y se perfila a ganar muchos más. Todo esto, a pesar del frontal desafío a la industria cinematográfica: de la rebeldía ante los mecanismos de distribución y proyección o la construcción de ídolos cinematográficos (indiscutible el papel de Yalitza Aparicio, auténtica).

@monroyfelipe

Cardenal Aguiar valora desmembrar la poderosa iglesia capitalina

34598765_1185626698254713_8690352044071976960_n.jpgEl cardenal arzobispo de México, Carlos Aguiar Retes, estudia dividir la Arquidiócesis de México. Tras cuatro meses de haber recibido la Iglesia capitalina de manos del cardenal Norberto Rivera Carrera, el purpurado nayarita ya realiza valoraciones para que la diócesis que preside, que hasta el momento coincide en delimitación geográfica con la Ciudad de México, se divida en dos o tres territorios más que tendrían un obispo autónomo residencial con todas las facultades, derechos y responsabilidades canónicas y representativas.

A través de un comunicado signado por la directora de Comunicación de la Arquidiócesis de México el 6 de junio -justo en el cumpleaños del cardenal Rivera Carrera-, las instituciones eclesiales afirman que se ha iniciado un Proceso de Consulta para la Creación de Nuevas Diócesis, desmembradas de la Arquidiócesis Primada de México.

Las diócesis que se crearían -adelanta el comunicado-, podrían ser la que hoy está delimitada en la Primera Vicaría Episcopal cuyo territorio integra las delegaciones Azcapotzalco y Gustavo A. Madero, y las vicarías Séptima y Octava cuyos territorios abarcan las delegaciones Iztapalapa, Tláhuac, Milpa Alta y Xochimilco. Al frente de estas demarcaciones pastorales, Rivera dejó a los obispos auxiliares Florencio Armando Colín, Jesús Antonio Lerma y Andrés Vargas Peña.

El estudio de la división territorial de la Iglesia capitalina ha sido permanente, incluso el arzobispo Rivera Carrera recibió varias valoraciones sobre los positivos y negativos que generaría tal división. Para el purpurado duranguense, la coincidencia territorial del entonces Distrito Federal con la Arquidiócesis Primada facilitaba la relación de las autoridades eclesiales con las de la Jefatura del Gobierno de la Ciudad de México: Un jefe de gobierno – un sólo obispo residencial titular; pero también ayudaba a manifestar la unidad simbólica de los capitalinos como habitantes culturales de una ciudad de inmensos contrastes.

Por el otro lado, la Iglesia arquidiocesana es a todas luces ingobernable; el cardenal Rivera utilizó un modelo de responsabilidades gerenciales y cedió gran parte de su representación en sus ocho obispos auxiliares; pero una administración centralizada exige muy altas capacidades de gobierno y no pocos sacrificios para caminar en una iglesia tan masiva y dinámica. Sólo los arzobispos de Milán y de Madrid tienen más sacerdotes, parroquias y centros neurálgicos de la política y la economía como los que tiene la Ciudad de México.

De esta manera, si los obispos de México, la Nunciatura y el propio papa Francisco lo validan, en breve existiría una diócesis autónoma al norte de la ciudad que separaría a la Provincia de Tlalnepantla de la Ciudad de México y que sólo salvaría el polígono del Santuario Mariano del Tepeyac porque el arzobispo de México es el custodio histórico del Ayate de Juan Diego, la venerada imagen de Nuestra Señora de Guadalupe; y una diócesis más (si no dos) al sur y oriente capitalino, que es la zona que aún conserva áreas rurales y naturales protegidas, donde se concentran más de 3 millones de habitantes, así como las expresiones religiosas católicas populares más icónicas y masivas de la Ciudad de México: la Candelaria del Niñopa en Xochimilco y Semana Santa de Iztapalapa. Sitios de profundo arraigo religioso que son el principal proveedor de vocaciones sacerdotales de la capital.

Aguiar Retes quedaría como primado capitalino y arzobispo metropolitano con la Basílica de Guadalupe y los territorios más urbanizados, de mayor desarrollo vertical y de alto potencial económico comercial de la ciudad: desde Polanco, Tacubaya, la Condesa, Juárez, Centro, Lomas, Santa Fe, Del Valle, Mixcoac, San Ángel, Coyoacán, Churubusco, Pedregal y Tlalpan.

Si se aprobase la creación de nuevas diócesis: la del norte de la ciudad (en Azcapotzalco básicamente) se quedaría con una diócesis muy estructurada parroquialmente hablando pero con un cuerpo sacerdotal cuyo promedio de edad es muy superior a los 65 años y con pocas vocaciones sacerdotales en el corto plazo; mientras que la potencialmente nueva diócesis del sur se quedaría con la delegación Iztapalapa que es la zona más densamente poblada, marginada, empobrecida y tristemente violenta de la capital y con Xochimilco, Milpa Alta y Tláhuac, los únicos territorios con espacios aún rurales de la capital que cuentan con las parroquias, capillas, barrios, mayordomías y expresiones populares más ricas de religiosidad católica.

@monroyfelipe

¿Por qué la renuncia del cardenal Rivera vuelve locos a todos?

norberto-riveraaEl próximo martes 6 de junio, el cardenal arzobispo de México, Norberto Rivera Carrera, cumple 75 años y según lo marca el Código de Derecho Canónico, el purpurado está conminado a presentar su renuncia al Santo Padre. Es un procedimiento burocrático –diría incluso ordinario- pero por alguna razón son varios los interesados en apurar este evento que en principio detona la búsqueda de su sucesor.

La cátedra arzobispal de la Ciudad de México siempre ha estado en la mira de los medios de comunicación, de los intelectuales y de no pocos sectores de gobierno. A muchos opinantes de temas religiosos parece no importarles las otras 92 diócesis de México y, mucho menos, los cientos y cientos de órdenes, congregaciones y asociaciones religiosas que realizan diferentes servicios en el país. Su obsesión con la sede primada responde a un lenguaje político que confunde el juego del poder con los ministerios encomendados a los obispos.

Esa reflexión es primaria y simple: el titular de la Iglesia católica en la ciudad donde se concentra el poder político, económico, mediático y cultural de todo el país debe ser, al mismo tiempo, el representativo concentrado de toda la catolicidad de la nación. Y quizá aquellos que piensan de este modo no tienen del todo la culpa, porque así funcionó por muchos años: la prosapia, el preclaro linaje, el potencial administrativo y económico de una sede obispal merecía honores y distinciones al pastor quien, así acumulando títulos nobiliarios, pasaba de servidor a jerarca.

Por ello, frente a la renuncia del arzobispo Norberto Rivera Carrera más de uno quisiera ser el primer heraldo que pronuncie: “El Rey ha muerto. ¡Que viva el rey!” y desvelar al sucesor que tomará la sede de la Catedral Metropolitana de México. Sin embargo, a estos entusiastas hay que decirles que, además de no entender a la Iglesia católica, no han terminado de comprender lo que ha estado haciendo el pontificado de Francisco.

Entonces ¿qué pasará con el arzobispo Rivera? ¿Cuándo será aceptada su renuncia y cuándo conoceremos a su sucesor?

Empecemos con la renuncia. El cardenal Rivera presenta su renuncia por principio de orden pero la Santa Sede y el Papa valoran cada caso en particular. En la historia ha habido casos de obispos con más de cuatro años de “tiempo extra”, esto se ha debido a dos fenómenos particulares: el primero es un periodo moderadamente racional (‘tiempo de gracia’) para que el obispo vaya administrando su retiro, encuentre un espacio dónde vivir, deje en orden la casa y participe de cierto modo en el proceso de la búsqueda de su sucesor.

En ese punto ya se encuentra Norberto Rivera: solicitando informes del estado de las cosas en la Arquidiócesis de México que es una iglesia inmensa con ocho obispos auxiliares, 52 decanatos, más de 650 territorios parroquiales y más de mil 200 templos; un territorio donde convergen más de una docena de universidades católicas, cientos de conventos y cientos de servicios de caridad social como hospitales, albergues, comedores populares, refugios, etcétera. Y, por si fuera poco, el Santuario de Guadalupe con sus más de 20 millones de visitantes al año y que está bajo su jurisdicción. ¿Cuánto durará este tiempo para poner orden? Tres a cuatro meses más aproximadamente.

Sin embargo, hay un segundo fenómeno para que un obispo haga ‘tiempo extra’ en la diócesis: la carencia de un claro sucesor o de un perfil adecuado para asumir una carga de esa naturaleza. Este es un tema casi tabú en México pues sería inimaginable que el segundo país del mundo con más católicos tuviera un déficit en candidatos al solideo episcopal  o al palio arzobispal. Pero hay que recordar que las más recientes sucesiones arzobispales en México indican que tanto la Nunciatura como la Santa Sede tienen una responsabilidad más difícil de lo que parece.

Así que, si Rivera Carrera goza de salud y tiene buen ánimo para continuar administrando la iglesia capitalina por algunos meses más, seguramente la Santa Sede no querrá urgir ni poner en predicamento al Papa ni a la Iglesia mexicana para encontrar un sucesor de inmediato.

Y eso nos pone en el segundo tema: ¿Quién podría ser el próximo arzobispo primado de México?

Volvamos al papa Francisco y a su peculiar estilo de gobernar la Iglesia universal. Con los cardenalatos anunciados del pasado 21 de mayo quedó muy claro que para Bergoglio el birrete púrpura en realidad va por la persona y no por el abolengo ni el poderío de la ciudad que administra.

Para Francisco, mientras más grande y compleja sea la diócesis representa más servicio y no más privilegios; más tierra de misión y menos principados; más sacrificios y menos “carrierismo eclesial”. Es así que la monumental Arquidiócesis de México no sería precisamente “un premio” ni “la joya de la corona”.

De tal suerte que el sucesor de Rivera Carrera no necesariamente debe apuntar a un pastor de meteórica carrera entre los corrillos episcopales, sino a un perfil más modesto en la labranza al servicio de la grey, con muchas horas de calle y varios kilómetros en carretera a ras de suelo. Y todas esas historias suceden en esas 92 diócesis restantes que los analistas e intelectuales casi nunca miran y que casi siempre desdeñan, pero que seguro no pasan desapercibidas para el pontífice argentino. @monroyfelipe

Estampas de una relación Estado e Iglesia

linGracias al obsequio de Berenise Bravo Rubio me he encontrado en este libro una serie de aproximaciones y excusas para analizar desapasionadamente la actualidad en el marco eclesial mexicano y de su relación con los miembros de la élite política.

Las relaciones formales e informales que han sostenido el Estado y la Iglesia católica en México, desde la Independencia y hasta nuestros días, siempre han supuesto un imbricado territorio donde historiadores, sociólogos y politólogos han intentado ofrecer lecturas e instantáneas que ayuden a comprender mejor a la sociedad mexicana.

Como fruto del Congreso Internacional sobre Política y Religión en la Ciudad de México siglos XIX y XX que se realizó en agosto del 2010 en el marco por las celebraciones por el Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicanas, el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC) presenta la compilación de trabajos académicos cuya trazado argumental son los estudios que comparten fragmentos de análisis y visiones de la sociedad mexicana que intentan comprender la complejidad de la búsqueda en la construcción de un Estado nación, laico, plural e institucionalmente regulado inserto en una sociedad intensamente religiosa y de profundas prácticas culturales de devoción popular.

“Las líneas temáticas propuestas por el congreso y que el presente libro reúne son: la relación Estado, Iglesias y sociedad civil, prácticas religiosas, movimientos y organizaciones religiosas, los conflictos religiosos, la doctrina social cristiana, los protagonistas religiosos, el clericalismo y el anticlericalismo, y la modernización y anti-modernización de las iglesias”, explican los compiladores.

Franco Savarino, Berenise Bravo Rubio y Andrea Mutuolo han seleccionado los trabajos de 22 investigadores cuyas obras proponen el debate, el análisis y la profundización del estudio del fenómeno religioso y su papel en el ámbito público y privado de los mexicanos.

A lo largo de la obra nos encontraremos con episodios aparentemente hartos conocidos pero con enfoques pocas veces realizados: ¿Cómo fue la contienda teológica durante la guerra de Independencia de México? ¿Cómo intentó reorganizarse el espacio público-religioso durante las turbulencias de la instauración de la primera y segunda república? ¿Cuáles fueron las estrategias de resistencias y participaciones del clero y feligreses ante el conflicto entre conservadores y liberales, las Leyes de Reforma o la separación Estado-Iglesia? ¿Cómo vivían ciertas expresiones y asociaciones religiosas durante el Porfiriato o desde la clandestinidad de la persecución religiosa? ¿Qué transformaciones sociales aportó el ‘catolicismo social y político’ post-revolucionario? ¿Cómo enfrentan las iglesias el paso del tradicionalismo a la modernización en los albores del siglo XX?

“En suma, los veintidós artículos que se presentan en este libro son una buena muestra de la problemática en torno a la religión (de sus prácticas y actores) frente al Estado, y representa una primera mirada en particular… los autores de los artículos no han pretendido agotar las problemáticas entorno a estos temas  sino que, por el contrario, abrir nuevas pautas e interrogantes para futuras investigaciones”, explican los coordinadores.

Política y religión en la Ciudad de México

Savarino, Bravo, Mutolo. Coord.

IMDOSOC México

2014 * 442pp