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Itinerario 2024: Epicentros de una visita pontificia

Las inéditas audiencias privadas que Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum sostuvieron con el papa Francisco en el Vaticano no pueden limitarse a una simple lectura anecdótica. Las fotografías de las candidatas a la presidencia de la República junto a Jorge Bergoglio darán mucho de qué hablar pero, en el fondo, son vagas ondas de un eco cuyo epicentro ha sido realmente sísmico en dos materias.

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Obispos votan por ajustes para ‘no ser Iglesia muda’

Los resultados de las elecciones internas de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) confirman que los pastores católicos han mantenido el rumbo comenzado en 2016: un proyecto global de pastoral que mira hacia el 2031+2033 y un estilo de diálogo e intermediación que evite las polarizaciones políticas e ideológicas en la sociedad.

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Obispos en elecciones: cambiar o mantener el rumbo

Los obispos católicos de México se encuentran en un especial momento de discernimiento; a partir de este 8 de noviembre y los siguientes tres días se reúnen en el contexto de su tradicional Asamblea Plenaria semestral pero, en esta ocasión, para participar en las votaciones internas en las que se definen más de 80 puestos electivos tanto de gestión administrativa como de animación pastoral de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).

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Fértil envite regiomontano para la Iglesia de México

De manera silenciosa pero persistente, la Iglesia de Monterrey ha marcado la pauta del episcopado mexicano en las últimas dos décadas y, por tanto, del futuro de la Iglesia católica en México. La concesión del Papa de tres nuevos obispos auxiliares para la arquidiócesis regiomontana el pasado 17 de octubre confirma el poderoso galope que, desde el norte, comienza a definir el rumbo de los liderazgos católicos para la primera mitad del siglo XXI.

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La Iglesia mexicana y los riesgos del radicalismo

Pensemos en dos acontecimientos globales de interés social sumamente actuales con los que la Iglesia mexicana busca comprenderse y lidiar con sus diferentes feligresías: las manifestaciones de mujeres y el coronavirus COVID-19. No son comparables como fenómenos, pero sí han causado algunas reacciones paralelas entre una cada vez más polarizada comunidad católica: el descrédito, la sospecha, la insidia, la desconfianza y la desobediencia.

En el primer caso, siempre fue claro que la convocatoria de mujeres nació en sectores sociales de intereses ideológicos muy distintos a los de la grey católica y que entre el cúmulo de demandas destacaba una plenamente incompatible con principios de dignidad humana; sin embargo, la realidad compartida por las mujeres es innegable. No sólo por los feminicidios como caso extremo de la violencia sino por múltiples y muy diversas acciones y actitudes misóginas invisibilizadas o minimizadas en diferentes órdenes, instituciones y convivencias normadas en la sociedad. Y sí, también dentro de la Iglesia católica es preciso que sus miembros se desprendan de muchas de esas actitudes ciertamente heredadas, pero no inamovibles.

En el caso de la pandemia viral, todo parece indicar que las llamadas a la prudencia, a la prevención y a la planificación de amplias medidas sanitarias ante la rápida propagación del virus son la mejor vía para evitar sufrimiento de grandes poblaciones; no sólo para reducir la transmisión, sino que, a pesar de ella, los sistemas de salud no se desborden ante una alta demanda de servicios médicos y de hospitalización. Todas las instituciones con autoridad cívica y moral tienen una inmensa responsabilidad en atender este fenómeno; y sí, la Iglesia católica además de sumarse a las medidas de prevención tiene para ofrecer perspectivas de caridad que pueden dar mucha luz y esperanza en medio de una emergencia sanitaria de esta índole.

Y, sin embargo, por alguna razón ha sido notorio cómo algunos guetos católicos que, en un incomprensible aislamiento voluntario, desprecian el arduo trabajo de diálogo multidisciplinar en el que la Iglesia católica -en México y en varias regiones del mundo- se ha esforzado los últimos años. Fieles, sacerdotes, obispos y hasta cardenales han preferido permanecer ‘seguros’ en los marcos de sus certezas, sus prejuicios y sus viejos lenguajes, al grado de desacreditar a sus hermanos y de sospechar de aquellos o de sus juicios; siembran -quizá sin querer- la insidia y la trasgresión; y en esa actitud, por desgracia, se vuelve más propicio el terreno para un verdadero desastre.

En contraste, las orientaciones pastorales del papa Francisco para la Iglesia del siglo XXI han sido muy claras: salir a las periferias materiales y existenciales para llevar misericordia y ternura, arriesgarse y accidentarse en la realidad antes de encerrarse y enfermar en las ideas, favorecer la unidad en lugar de abonar al conflicto, confiar en que el tiempo en la esperanza es superior al espacio de nuestras penurias y que el todo en clave universal también es superior a la parte de nuestras afiliaciones. Se trata de vías de operación de lo que sus predecesores llamaron “nueva evangelización” en la que pedían fuera ‘nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión’.

Muchos de los obispos de México, conociendo el contexto y los riesgos, compartieron sus reflexiones y hasta su solidaridad ante la validez en las manifestaciones de mujeres el 8 y 9 de marzo, así como sus preocupaciones porque aquellas fueran instrumentalizadas ideológica o políticamente; y respecto al COVID-19, sin pánico pero con alta responsabilidad, prácticamente no hay diócesis en el país que desoiga las recomendaciones de prevención sanitaria para que las congregaciones de fieles no se tornen en focos de alta transmisión de la enfermedad.

Los grupos católicos radicalizados, por el contrario, han acusado a sus propios correligionarios (y hasta a sus pastores) de falta de fe, de cobardía, ignorancia o de complicidad con los poderes mundanos. Desoyen sus consejos, se rebelan ante las disposiciones y se abrogan el derecho absoluto de comprender la escatología verdadera. Sus voceros suelen preferir discursos martiriales o apocalípticos, se jactan de su propia infalibilidad; apelan a historias de la antigua cristiandad fuera de todo contexto y emulan a denudados santones negacionistas.

Hay que decirlo con todas sus letras: A pesar de todas las ventajas y herramientas actuales, estos grupos prefieren permanecer en la oscuridad, voluntariamente cierran los ojos para evitar el diálogo o el contraste de informaciones, y así ceden más fácil a la desinformación y a la manipulación. Lo triste es que, con esos personajes, hay peligros reales que se asoman porque el odio y la desconfianza son hijos de la ceguera. Y, por desgracia, esta condición de ceguera voluntaria parece ser más contagiosa que el coronavirus y más inflamable que la indignación social de las mujeres.

¿Qué le toca hacer a todo el cuerpo eclesial para atender a estos guetos? Aplicar la ruta que propone la nueva evangelización: renovar su ardor, sus métodos y sus expresiones para dar acompañamiento pastoral a toda esta grey que se ha acostumbrado a negar la evidencia, para abrazarla y rescatarla de sus miedos y sus heridas, para mostrarles cómo son posibles rutas de acción no beligerantes frente a los desafíos contemporáneos, cómo es posible una actitud de caridad y misericordia sin faltar a la verdad, cómo es posible una Iglesia inserta en los márgenes más complejos del siglo dispuesta a construir y no sólo a defender sus fueros.

@monroyfelipe

Definiciones en sinodalidad, el reto central de los obispos mexicanos

El fantasma de un nuevo cisma en la Iglesia ronda entre las élites de pensamiento y jerarquías católicas; la mayúscula palabra está en boca de muchos -quizá demasiados- obispos y cardenales que, no hay que explicar, influyen decididamente entre los fieles.

Si bien algunos conjuran su existencia; parece que la absoluta mayoría de fieles intenta mirar los vasos comunicantes que logran mantener el sano equilibrio entre la doctrina y la comunión. Fieles que, a pesar de las andanadas e intentos de confusión separatista, buscan seguir con fidelidad la tradición y el Evangelio, con la humildad de reconocerse transitorios en la historia de la salvación.

Hay que ser claros, estas tensiones no iniciaron con las estatuillas indígenas o el Sínodo de la Amazonía, vienen creciendo y enrareciéndose desde que conocimos los primeros matices de lenguaje, las opciones pastorales y el estilo de gobierno del papa Francisco. Inició cuando el propio pontífice decidió salir del Palacio Apostólico para descansar cada final de jornada en Casa Santa Marta, afectando sin duda las dinámicas largamente afianzadas en las ‘logge Vaticane’.

Pero quizá la audacia más grande de Francisco ha sido el cambio en los trabajos sinodales. No sólo ha optado por nuevos estilos de diálogo, también ha experimentado novedosos mecanismos de participación, de libertad ante los análisis y de consulta transversal ante propuestas que pretenden “informar y perfeccionar el orden de las realidades temporales con el espíritu cristiano”.

Por estas audacias, el papa Francisco ha recibido desde gentiles ‘dudas’ hasta abiertas acusaciones de herejía por permitir la expresión siquiera de las preguntas difíciles en los instrumentos de trabajo. Cada sínodo presidido por el pontífice ha sido un esfuerzo de renovación, de reactivar la estructura conciliar de manera creativa, de actualizar la metodología “Ver-Juzgar-Actuar” del siglo XX en un nuevo método que bien podría ser: “Ver, dialogar y discernir actuando”.

Francisco parece proponer el amalgamiento del juzgar con el actuar; y por ello la periferia puede expresarse en el centro del diálogo. Pareciera que, para el pontífice, si el juicio se encuentra lejano de la vida y el contacto cercano con la realidad, aquel puede propiciar malinterpretaciones y dureza de corazón desde ciertas posiciones de suficiencia intelectual o moral.

Para ser más claros: el pontífice ha lamentado la existencia de católicos “que piensan más por la desesperación de estar en cartelera, por ocupar espacios, por aparecer y mostrarse, que por remangarse y salir a tocar la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel (…) El Pueblo de Dios no espera ni necesita de nosotros superhéroes, espera pastores, consagrados, que sepan de compasión, que sepan tender una mano”, como dijo ante sacerdotes, religiosos y seminaristas de Chile.

Ese es todo el perfil del fantasma cismático y, por desgracia, ha encontrado la excusa perfecta en una simple efigie indígena cuyas lecturas levantan las pasiones más diversas. En ese pequeño infierno se ahogan todos los escándalos que llegan hasta la puerta y los oídos de los pastores católicos, al menos de los del nuncio apostólico en México, Franco Coppola.

Todo esto quizá pase por la mente de los obispos mexicanos que esta semana tienen su 108ª Asamblea Plenaria; pero sabemos que sí está en los pensamientos del nuncio: “De suyo, a veces me he encontrado con católicos que, del Santo Padre y de su magisterio, casi sólo conocen lo que con maligna tenacidad difunden quienes le son contrarios, a él y/o a la Iglesia. Y es, sin duda, muy lamentable que haya religiosos que, en lugar de pedir humildemente explicaciones a quien pueda dárselas, se arrogan el derecho de juzgar y condenar al Papa; y lo hacen públicamente, causando confusión entre los fieles”.

¿Qué definiciones en comunión habrán de tomar los obispos de México respecto a esta realidad? Es un hecho que la gran mayoría de ellos conoce, se inserta, se compromete e implica a profundidad en sus diócesis y que, colegiadamente, han sido capaces de emprender caminos de largo aliento como lo confirma el Plan Global de Pastoral 2031+2033.

Como obispos a ras de suelo quizá sean testigos de experiencias pastorales de ‘frontera’ como las que compartió el nuncio Coppola: “Puedo decir, por ejemplo, que en el país africano donde tuve oportunidad de servir antes de venir a México, un signo de dar honor es el quedarse sentado y no el ponerse de pie. Por lo cual el Evangelio mismo se escucha sentado, y hasta durante la Consagración también permanecen sentados. En todas las zonas indígenas de México existen, entre sus moradores, rituales perfectamente católicos, pero que para quien no los conoce, podrían parecer paganos o casi paganos. Y me viene a la mente la celebración en México del ‘día de los muertos’. El que mexicanos hagan altares de muertos en México, es algo normal: todo mexicano sabe lo que significa y conlleva; pero, si se hace en algún otro país del mundo, en donde no se conoce lo que el mexicano sí conoce, ¿sería justo que muchos lo juzguen como pagano e idolatría?

Es claro que aquellas situaciones sin duda escandalizarían a no pocos puristas del catolicismo europeo (aunque la misma Europa vive sus propias inculturaciones contemporáneas); pero es justo afirmar que la gran mayoría de aquellas se intentan comprender, purificar e inculturar como contextos de realidad y la cultura en el inescrutable camino del Pueblo de Dios en la Historia de su Salvación.

De allí la importancia del método que intuimos favorece el papa Francisco: Ver, para reconocer la realidad; dialogar, para contrastar nuestras certezas; y discernir actuando, para reconocer la interpretación del mensaje evangélico sin perder el contacto con los más humildes. Francisco exaltó justo esta actitud de la santa mexicana, Guadalupe García Zavala: “Madre Lupita se arrodillaba en el suelo del hospital ante los enfermos, ante los abandonados para servirles con ternura y compasión. Y esto se llama tocar la carne de Cristo. Los pobres, los abandonados, los enfermos, los marginados son la carne de Cristo. Y Madre Lupita tocaba la carne de Cristo y nos enseñaba esta conducta de no avergonzarnos, no tener miedo, no tener repugnancia de tocar la carne de Cristo. Madre Lupita había entendido que significa esto de tocar la carne de Cristo”.

Esta es la definición en comunión que buscarán tomar los obispos mexicanos, un discernimiento en acción, en salida, incluso con el riesgo de accidentarse; porque la otra opción es mirar desde las altas almenas e intentar pastorear a la grey sin reconocerse inmersos en la compleja cultura de este radical cambio de época.

@monroyfelipe

 

Sínodo de la Amazonia, riesgos y oportunidades

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Sínodo de la Amazonia, contraste

La Iglesia católica es un cuerpo en constante adaptación, hay que comenzar desde esa convicción. Por supuesto, es principalmente una institución que resguarda bienes espirituales trascendentales y los protege desde el gobierno pastoral, el magisterio de la fe y la disciplina de los sacramentos. Hay una fisonomía esencial pero la institución eclesial se renueva y adapta por fidelidad a Cristo, incluso acondicionándose a los más profundos cambios civilizatorios que la humanidad ha experimentado en los últimos dos milenios.

Todo parece indicar que la institución católica está frente a uno de esos complejos procesos; no por sí misma o por su voluntad, sino porque la realidad cultural, tecnológica y ambiental se lo exige. Del 6 al 27 de octubre próximos, se realizará la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica y se espera que se pongan en el debate algunas ideas que hoy podrían ser controversiales pero que probablemente se inserten en el magisterio contemporáneo y, con el tiempo, hallen un lugar en la cotidianidad de una Iglesia universal.

Por supuesto, este tremor profundo despierta dos reacciones naturales al interior de la Iglesia: de quienes desean empujar todos los cambios sin reflexionarlos mucho y de aquellos que ni siquiera desean la reflexión para que nada cambie. Como ya se ha vuelto una costumbre en el pontificado de Francisco, ciertas voces han manifestado sus preocupaciones sobre el Sínodo de la Amazonia: han llamado herético al Instrumentum laboris y al documento preparatorio del sínodo, han cuestionado la inexplicable ausencia de los misterios de la fe cristiana en la ruta del trabajo sinodal y, por tanto, han alimentado el seductor relato sobre la validez del pontificado reinante en una enfebrecida caterva de antibergoglianos. ¿Cuáles son los riesgos que este sector advierte del Sínodo?

Empecemos por el principio: El sínodo de la amazonia lleva desde su convocatoria parte de su intención: “encontrar nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”. Está orientado a atender una porción específica -hasta pequeña podríamos decir- del orbe terrestre pero cuya relevancia simbólica adquiere una importancia vital para el resto del planeta y, quizá, para el destino mismo de la humanidad.

El documento preparatorio para el sínodo adelanta que este evento busca “redefinir las líneas pastorales, adaptándolas a la actualidad”. Por su parte, el Instrumentum laboris del sínodo insiste en la necesidad de escuchar y reconocer la pluralidad de las culturas y de las diferentes formas de vida. En los textos que alimentarán la reflexión del sínodo se reconoce que la naturaleza no es homogénea, que la diversidad es riqueza en los grupos humanos que requieren adaptarse a diferentes realidades y puntualiza una autocrítica mayúscula: “repensar la presencia limitada de la Iglesia católica en relación de la inmensidad del territorio y sus diversidades culturales”. En síntesis, que la Iglesia debe encontrar un nuevo camino hacia la armonía pluriforme.

El instrumento de trabajo adelanta que se podrían recoger pareceres entorno a nuevos ministerios dentro de la Iglesia católica para los pueblos insertos en la amazonia. Los más controversiales: “La posibilidad de ordenación presbiteral para ancianos, preferentemente indígenas, respetados y aceptados por la comunidad, incluso si tienen una familia estable” e “identificar la clase de ministerio oficial que puede ser conferido a las mujeres, reconociendo el papel central que estas tienen actualmente en la Iglesia del Amazonas”.

Pero no sólo. El sínodo del amazonas -acusan sus detractores- también niega posiciones irrenunciables de la misión de la Iglesia. Según apuntan los cardenales Burke y Brandmüller, el instrumento de trabajo del Sínodo subordina la bíblica responsabilidad de evangelizar en los pueblos a lo que denomina una oportunidad de un enriquecimiento recíproco de culturas en diálogo. “Es decir -se aventura a escribir el cardenal Burke- que la cultura condiciona la verdad revelada, en vez de ser la verdad revelada la que purifica y eleva toda cultura”.

En efecto, podríamos estar frente a un salto sumamente importante en la estructura y la misión de la Iglesia católica. Una audacia ante circunstancias y tiempos muy complejos pero que no convence a los que sistemáticamente han criticado el estilo, la teología y el magisterio cotidiano del papa Bergoglio y que nuevamente han sugerido que el pontífice argentino promueve desde la cátedra de san Pedro la herejía y la apostasía.

Se comprende su temor. El largo, inmutable e inmenso depósito de la fe no puede compararse con una tendencia de hacer original lo que siempre es nuevo. Pero hay una aún más escalofriante perspectiva que quizá no alcanzan a ver desde la posición (ciertamente privilegiada) donde se encuentran: ¿Qué si el futuro de la Iglesia universal se puede atisbar en la realidad amazónica actual?

Esto lo explica el obispo Azcona, un verdadero conocedor de la región amazónica: “El Amazonas ya no es católico… en algunas de sus regiones las confesiones pentecostales superan el 80% de la población… hay fundamentalismo y proselitismo… no se vive la fe ni en la sociedad ni en la historia”. El obispo Azcona además acusa que en el Amazonas hay una prevalencia de esclavitud sexual y un verdadero “abismo” entre la fe, la celebración y la realidad social. Y, finalmente, que el Amazonas es una región de gran riqueza natural, pero cuyo equilibrio natural y humano se encuentra asediado permanentemente por intereses económicos y políticos.

¿Y si ese escenario es el diminuto espejo en el que se podría reflejar la Iglesia católica, al menos en el continente americano? Una Iglesia que ha intentado convertir y evangelizar, purificar culturas y cristianizar, pero que ha entrado en una acelerada pérdida de fieles o, peor, en la indiferencia formal y práctica de quienes se identifican como bautizados católicos.

Es evidente que la Iglesia cada vez encuentra más dificultades para realizar su misión formativa o ejercer la disciplina y el gobierno apostólico (en varios países latinoamericanos, por ejemplo, se ha intentado hacer una más prolongada formación catequética en infantes, pero son los propios párrocos quienes desconfían del proceso y simplifican el camino sacramental).

También es manifiesto que la fe católica debe convivir cada vez más con una extensa pluralidad de religiones de inspiración cristiana, pentecostal, evangélica o espiritualidades panteístas, naturalistas, espiritistas, etc. Expresiones que toman protagonismo tal que, como sucede en México, son ahora los propios obispos católicos quienes abogan por un “Estado laico”, como una llamada al equilibrio ante la desbordada influencia e injerencia de grupos religiosos no católicos en los poderes de la nación.

Y finalmente, siguiendo la reflexión del obispo Azcona, en lo que alguna vez se llamó “el continente de la esperanza” ni siquiera la abundante presencia de la Iglesia católica en las comunidades latinoamericanas ha logrado revertir procesos de violencia, pobreza, corrupción, injusticia, abuso y depredación ya fuertemente enquistados en las culturas de estos países.

Benedicto XVI lo confirmó en el Documento de Aparecida del 2007: “Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural”. Ahora estamos frente a un sínodo que en principio habla específicamente de la región panamazónica, pero no se puede evitar ver esos guiños hacia una civilización que se advierte como una inexpugnable tierra enmarañada de identidades multiculturales donde las distancias humanas no son físicas sino simbólicas, de lenguaje, de valores, de historia.

En conclusión y para calmar los nervios: es improbable que se esté frente a un cisma de la Iglesia católica; y la principal razón es que es más probable que nos llegue antes una ruptura planetaria y civilizatoria. La buena noticia: la fisonomía de la Iglesia, si es verdadera y esencial, se renovará porque es buena y nueva.

@monroyfelipe

Obispos asumen crisis y plantean prioridades

«Estamos en apuros, pero no desesperanzados». Con esa confesión central, los obispos de México realizaron su 107ª Asamblea Plenaria en la que reconocieron la grave crisis que la Iglesia católica atraviesa en el mundo contemporáneo y plantearon prioridades de trabajo para encaminarse a los horizontes celebrativos de los 500 años del Acontecimiento Guadalupano (2031) y los dos mil años de la Redención (2033).

En la apertura de los trabajos de la Asamblea, el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Rogelio Cabrera López, hizo hincapié en ese desafío: «Debemos reconocer que, como Iglesia, atravesamos una etapa de crisis y de gran dificultad. No sólo por los escándalos que tanto han afectado nuestra credibilidad y autoridad moral, sino por el cambio de época que estamos viviendo y al que no estamos respondiendo de manera adecuada. No está cambiando algo, sino alguien; está cambiando la persona que vive una profunda crisis antropológica-cultural». En nombre del episcopado, el arzobispo Cabrera reconoció que algunos grupos sociales como los migrantes, los jóvenes, las mujeres, las minorías y hasta los mismos sacerdotes, «no siempre nos sienten cercanos y sensibles ante sus problemas»; por ello, adelantó que los trabajos del Proyecto Global e Pastoral 2031+2033 se enfocarán en atender tres «emergencias pastorales»: jóvenes, migrantes y sacerdotes.

Miranda, Coppola, Cabera: por más autocrítica y esperanza al interior de la Iglesia

Los jóvenes, porque representan una cuarta parte de la población del país y que, con frecuencia, se encuentran ausentes de la Iglesia; los migrantes, por el creciente fenómeno de caravanas masivas que entran a México y desbordan los servicios humanitarios; y los sacerdotes, porque en el combate de abusos sexuales se suele minar la confianza filial entre clero y obispos, sembrando la idea de que los obispos deben perseguir e imponer, en lugar de dialogar y acompañar.

Sobre esto último, los obispos actualizaron el nombre del Equipo Nacional para la Protección de Menores a Consejo Nacional y, en conformidad con los proyectos de prevención y actuación, los consejeros no impondrán medidas sino que sólo aportarán recomendaciones a obispos que lo requieran.

El Nuncio apostólico en México, Franco Coppola, también coincidió en la autocrítica; y, en su saludo a los obispos reunidos, señaló algunos problemas internos e hizo una fuerte crítica al clericalismo, a las élites, al intelectualismo y a la incensación jerárquica: «Los últimos meses en la vida de la Iglesia han sido sin duda muy intensos. Los desafíos, muchos e impostergables, los hemos querido ver como signos del grito de Dios que nos llama, ante todo a nosotros mismos, a la conversión».

Ha sido el obispo auxiliar de Monterrey, secretario general de la CEM, Alfonso Miranda, quien ha coordinado los esfuerzos de vinculación entre organizaciones diocesanas y eclesiales con la finalidad de responder a estos desafíos: «Generar espacios de encuentro, diálogo y trabajo con otros actores de la sociedad, para colaborar en la reconstrucción de la dignidad de las personas y el tejido social; dialogar y colaborar con la sociedad civil y con los organismos nacionales e internacionales para construir la paz; apoyar la fundación de centros de Derechos Humanos en las comunidades cristianas, de manera que se fortalezca el Estado de derecho; recibir con caridad, acompañar, defender los derechos e integrar a los migrantes; promover el liderazgo femenino; acompañar a los grupos vulnerables; y crear centros de apoyo para el desarrollo integral de las personas a través de la promoción económica para el trabajo comunitario y solidario».

 

Miranda,  vincular los esfuerzos de toda la obra social e institucional católica

El tema urgente: migración

A lo largo de la semana, sin embargo, el tema que más ocupó las reflexiones y trabajos de los obispos de México fue el fenómeno migratorio, principalmente en  la frontera sur. Comenzó con una alerta del obispo de Tapachula, Jaime Calderón, el 28 de abril, donde señalaba una grave crisis de autoridad: «No vemos acciones claras de parte del gobierno mexicano para hacer frente y acompañar a las caravanas de migrantes. Permiten la entrada a los grupos extranjeros, los han vigilado, los acompañan en la carretera bajo el inclemente sol y luego los emboscan para llevarlos a la estación migratoria Siglo XXI. No les ofrecen un trato digno y humanitario. Ni siquiera respetan el mismo documento que les dan, donde les permiten el libre tránsito. Algunos migrantes llevan más de dos meses esperando sus papeles… la crisis de autoridad ha hecho que algunos se desesperen y asuman actitudes donde faltan a las leyes mexicanas y al sano respeto y convivencia».

Calderón: «ambigüedad política afecta migrantes»

El lunes 29, encargados y agentes de la pastoral migratoria se reunieron con el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, Alejandro Encinas Rodríguez, a quien se le planteó el drama migratorio y los problemas de abuso y engaño que sufren los extranjeros en el país. Los obispos confirmaron que pseudo agentes del Estado mexicano cobraron mil dólares por visa de tránsito falsa a un grupo de migrantes cubanos; y otro tipo de abusos.

Los obispos exigieron al gobierno federal una política migratoria clara, sin ingenuidad y sin ambigüedad, «porque nos parece que el ofrecimiento de trabajo no es tan real; la gente misma lo evidencia […] se ha hablado de una política de puertas abiertas pero constatamos algo diferente», reclama el obispo Calderón.

Finalmente, los obispos de México adelantaron que los 500 mil dólares donados por el papa Francisco para la asistencia de los migrantes centroamericanos están en un proceso de asignación a proyectos humanitarios, de acuerdo a necesidades y en cumplimiento con las instituciones hacendarias. Actualmente hay trece proyectos autorizados para que se ejecuten en favor de obras sociales que ayudan a migrantes en su paso por México. Los centros o proyectos que recibirán parte del donativo pontificio son las diócesis de Cuautitlán, Nogales, Mazatlán, Querétaro, San Andrés Tuxtla, Nuevo Laredo, Tijuana y Tapachula. También se apoyarán proyectos de las Hermanas Josefinas, la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María; y las religiosas Scalabrinianas. Aunque aún hay otra docena de proyectos en evaluación.

@monroyfelipe

Avanza proyecto de diócesis originarias en CDMX

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Vista aérea de la Ciudad de México

Los obispos de México, reunidos en la pasada 106ª Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), resolvieron a favor de la solicitud que el cardenal arzobispo de México, Carlos Aguiar Retes, les hiciera a manera de consulta para la aprobación del proyecto de creación de tres nuevas diócesis para la Ciudad de México. Ahora sólo falta la anuencia de la Santa Sede para que la capital tenga cuatro obispos residenciales con todas las potestades y obligaciones canónicas.

Actualmente la Ciudad de México tiene los mismos márgenes territoriales que la Arquidiócesis de México y esto significa que es una de las porciones eclesiales más grandes y populosas de todo el mundo (con alrededor de 8.8 millones de residentes y 1.8 millones de población flotante). Ante esta realidad, desde el inicio de su gobierno, el cardenal Aguiar Retes realizó un proyecto para fragmentar la actual arquidiócesis de México y fundar tres nuevas diócesis en la capital de la República: Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco.

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Obispo Colín, confianza del proyecto en la zona norte

El proyecto para dotar de nuevos derechos y obligaciones a cada una de estas porciones diocesanas está sustentado en los pueblos originarios capitalinos que aún guardan elementos de identidad, tradiciones y prácticas religiosas en cada una de estas circunscripciones. De culminar este proyecto, Azcapotzalco, al norte de la ciudad, tendrá un territorio que iría desde la región alta de Cuautepec hasta las colonias populares de la alcaldía Miguel Hidalgo: Tacuba, Legaria, Pensil, etc. Pasando por la zona industrial Vallejo pero principalmente por las zonas habitacionales creadas a partir de los pueblos originarios de Azcapotzalco. La catedral diocesana sería la actual parroquia de los Santos Felipe y Santiago. Un dato importante sobre la tradición católica de los pueblos chintololos es que, según los registros históricos, estos naturales fueron los primeros peregrinos al Tepeyac para venerar la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe apenas en 1532.

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Representación de la Pasión del Señor, Semana Santa en Iztapalapa

La nueva diócesis de Iztapalapa abarcaría los ocho barrios originarios asentados a las faldas del Cerro de la Estrella pero se extendería en todo el territorio de la alcaldía de Iztapalapa, la cual cuenta con casi dos millones de habitantes. Antes del largo proceso de desecación de la Ciudad de México, Iztapalapa se encontraba al margen del Lago de Texcoco; de este ancestral poblado (se tienen registros de presencia humana hasta de nueve mil años de antigüedad) fue originario el célebre tlatoani Cuitláhuac, líder de los mexicas a la muerte de Moctezuma Xocoyotzin, quien logró vencer a los españoles en la legendaria Noche Triste. La diócesis de Iztapalapa tendría un territorio que correría a lo largo de Aculco, Centro, Ermita-Zaragoza, San Lorenzo Tezonco, Paraje San Juan y la Sierra de Santa Catarina; su catedral sería el Santuario del Señor de la Cuevita desde donde parte la célebre y multitudinaria tradición de la Representación del Viacrucis del Cristo de Iztapalapa en Semana Santa.

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Niñopa de Xochimilco, profunda devoción popular

Finalmente, la nueva diócesis de Xochimilco tendría el territorio más extendido de la Ciudad de México pues abarcaría las alcaldías de Xochimilco, Milpa Alta, Tláhuac y algunas zonas de Tlalpan. Esta nueva diócesis está justificada por los barrios tradicionales asentados en la zona lacustre (aún viva de la ciudad) y al pie del Eje Neovolcánico. Esta región aún conserva profundas tradiciones indígenas y de sincretismo cristiano como la devoción al Niñopa de los barrios de Xochimilco, las procesiones de los pueblos de las montañas y las celebraciones florales y dancísticas de los pueblos originarios de la meseta de Milpa Alta. Es la única zona rural de la Ciudad de México y donde aún buena parte de la población conserva la lengua materna indígena que es pasada de generación en generación. La catedral de esta diócesis sería la parroquia de San Bernardino Xochimilco que alberga a cientos de mayordomías religiosas y que cada 2 de febrero vive una multitudinaria Fiesta de la Candelaria que atrae a cientos de miles de fieles y turistas.

El objetivo del arzobispo de México, Aguiar Retes, es reestructurar el territorio episcopal para que, de esta manera, el obispo pueda estar presente con más frecuencia en las parroquias de su demarcación. Bajo este nuevo modelo, la Arquidiócesis Primada de México conservaría las zonas más urbanizadas de la capital en una especie de diagonal desde las alcaldías Gustavo A. Madero, Venustiano Carranza e Iztacalco, hasta Cuajimalpa, Álvaro Obregón, Magdalena Contreras y Tlalpan, pasando por las céntricas Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Cuauhtémoc y Coyoacán. Al ser el arzobispo de México el custodio de la imagen de la Virgen de Guadalupe, la arquidiócesis conservaría bajo su territorio la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe para el servicio a todas las diócesis del país.

Un tema que en días previos a la Asamblea fue cuestionado al Nuncio Apostólico en México, Franco Coppola, fue lo referente al futuro de la labor de pastoral penitenciaria que actualmente realiza la Arquidiócesis de México en ocho centros de reclusión y readaptación social. Ya que todos estos centros penitenciaros quedarán en los territorios de las nuevas diócesis bajo la tutela de sus obispos residenciales; con lo cual el primado de México no tendría oportunidad de ‘visitar a los presos’ que es una de las ‘Obras de Misericordia’ encomendadas a los católicos. Para el Nuncio, si un obispo no tiene una cárcel en su territorio tiene la responsabilidad moral de propiciar proyectos de acompañamiento a exreclusos o a las familias de quienes se encuentren privados de su libertad en otro sitio pero, principalmente, coordinarse con los obispos y autoridades de otras diócesis para poder cumplir personalmente con ese mandato cristiano.

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Nuevos horizontes territoriales en el firmamento del catolicismo capitalino

Con el visto bueno del pleno de los obispos de México, el proyecto de reestructuración pastoral y administrativa del centro de la República será enviado a Roma para que la Sagrada Congregación de los Obispos en el Vaticano y el propio papa Francisco aprueben las nuevas diócesis a las que les serán dados nuevos derechos como catedral, obispo residencial, vicario general, canciller y consejo presbiteral; pero que también adquirirán nuevas obligaciones como la generación de espacios de formación sacerdotal (seminario), vicarías funcionales para vida consagrada, laicos, ministros ordenados, etcétera; y estructuras de pastoral social que garanticen el ejercicio de la caridad y la promoción social. Será el Vaticano quien apruebe finalmente este proyecto en el que también se contempla la posibilidad de escindir la Provincia Eclesiástica de México que actualmente tiene como sede metropolitana a la Arquidiócesis de México y sus sufragáneas Toluca, Atlacomulco, Tenancingo y Cuernavaca; pero, con las nuevas diócesis, se abre la posibilidad de que Toluca se convierta en nueva sede metropolitana. Y México pasaría de 18 a 19 arzobispos metropolitanos.

@monroyfelipe

Continuidad operativa pero nueva agenda para la Iglesia católica

La 106ª Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) eligió al arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, como el nuevo presidente del organismo colegiado por un periodo de tres años. Los obispos católicos también han ratificado a su obispo auxiliar, Alfonso Miranda Guardiola, como Secretario General, con lo cual los dos pastores de la Sultana del Norte se convertirán en las principales figuras de articulación entre las instituciones eclesiásticas en México y las instituciones políticas y organizaciones sociales del país.

Al mismo tiempo, el otro fuerte candidato a la presidencia del organismo debido a su compromiso en los procesos de reconciliación y paz en México, el arzobispo de Morelia, Carlos Garfias Merlos, asumirá la vicepresidencia de la CEM; por lo cual, se confirma un equipo de trabajo que mantendrá los procesos del Plan Global de Pastoral 2031-2033 al tiempo de poner ahínco en la reconciliación y pacificación del país. Todo bajo la carta fuerte del arzobispo Cabrera: promover una nueva agenda de la Iglesia contemporánea en el concierto cultural, social y político de México.

Rogelio Cabrera y Miranda Guardiola han demostrado que la Iglesia católica tiene oportunidad de actualizarse ante los desafíos culturales del llamado “cambio de época”. Un proceso complejo que involucra el reconocimiento de su identidad, un redescubrimiento de su historia y una rearticulación de nuevos lenguajes que involucren la obra humanitaria de los creyentes, la trascendencia del mensaje espiritual y el compromiso de la catolicidad con la agenda actual del ser humano.

La elección del nuevo Consejo de Presidencia de la CEM sucede en un contexto de singular trascendencia para el país. La transición política que va haciendo camino tras el rotundo triunfo de Andrés Manuel López Obrador parece mostrar los nuevos perfiles de relación entre los poderes políticos y las instituciones intermedias de la sociedad. Mientras con algunas, parecen crecer las tensiones históricas (financieras, empresariales); en otras organizaciones intermedias se abre una oportunidad de diálogo y cooperación, principalmente con las religiosas a las que el político se acercó en su última campaña.

El presidente saliente de la CEM, el cardenal Francisco Robles Ortega, en su mensaje de apertura de la Asamblea aborda este importante factor: “Hace seis meses lográbamos entrever que un cambio profundo en la vida política de México se acercaba… el resultado de las elecciones rebasó a la gran mayoría de los analistas. Un partido fundado hace cuatro años logró una importante mayoría en las cámaras… e incluso la presidencia de la República… tal concentración de poder requiere de un renovado sistema de pesos y contrapesos. Lamentablemente, no es un secreto para nadie que este sistema se encuentra gravemente debilitado”.

El presidente entrante amplía la reflexión: “Estamos en un quiebre moral y ético en el que todos tenemos qué ver, ojalá esto no vaya creciendo. Hoy lo que necesita el país es paz para progresar, tranquilidad para que tengamos una vida mejor. Estamos en un momento muy delicado”, aseguró en un encuentro público con ‘influencers’ mexicanos. Ante ello, Rogelio Cabrera propone una nueva actitud para actualizar la Iglesia en el ‘cambio de época’: “Son muy importante los rostros. De los que hablan y los que escuchan. En este diálogo se debe animar a la comunidad a trabajar por la paz […] La amistad social es el preámbulo para la paz […] Es muy importante generar espacios donde podemos amar y ser amados […] Veo que aún hay en la sociedad una respuesta ante el dolor humano. Veo que hay gente que apoya, que está allí. Es un bono que tiene la sociedad y que debemos cuidar”.

La pastoral del siglo XXI, los lenguajes nuevos de la llamada ‘Nueva Evangelización’ y la promoción de una vivencia católica desde la identidad guadalupana son los retos de la Iglesia católica para la tercera década del milenio. Cabrera ha afirmado tajantemente: “La fe no se hereda es un don para cada uno y una conquista para cada uno”. A partir de esta renovada estructura al interior de la Conferencia veremos de qué manera Cabrera y equipo acompañan esas personales conquistas en las fronteras del contexto contemporáneo.

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